viernes, 15 de mayo de 2009

Algunos poemas de Jesús David Buelvas Pedroza

Jesús David Buelvas (escritor y poeta)
Matinal

Por Jesús David Buelvas Pedroza

Una vez más la mañana asciende
hasta el corazón de los hombres
para ponerlos de frente al mundo.
Incluso los menos dispuestos
buscan el tubo de dentífrico
para borrar el sabor
de la amarga rumia de los sueños.
Entre las duchas
otros espantan los rezagos
de inconsciencias tormentosas
mientras aquí entre sábanas
me quejo de la desfachatez
de este día que convoca gentes
hacia sus malabares
de rutinas calles y aceras.


Encierro
Por Jesús David Buelvas Pedroza

Prefiero el desarreglo de las calles,
lo impreciso de lo cotidiano,
ese falo mofándose en las caras
de la gente
a esta intimidad de toallas
y tubo de dentífrico derramado.
Me sobrepongo a la catarata anestésica
del wáter.
Dono mi cepillo dental a la soledad.
Acomodo mis defensas frente al espejo
y ratifico lo poco
que me queda de este ámbito.
Sin vacilaciones ya me marcho.


Manías
Por Jesús David Buelvas Pedroza

Se despereza ordenando las sábanas.
Escucha los ruidos
que más allá de su cuarto se alargan.
siente que ha cumplido
o que alguien o algo ha cumplido con él.
En la pasividad de la mañana
bostezar no es un abuso.
No debe inhibirse frente a sí mismo.
Para iniciar el día
lavará sus miasmas exteriores.
No hay elección,
un eructo, un pedo, las ganas de…
otras señales de que continúa siendo hombre.


Televisiva
Por Jesús David Buelvas Pedroza

El presentador afirma que correspondes
a una estadística solícita.
La mayoría de edad
te habilita para masturbarte
entre propagandas,
elegir y creer en el mandatario
de turno,
asimilar la moda, el auto,
la tarjeta y el empleo
que no tienes.
Así entretienes tus inseguridades
como todo buen ciudadano,
sentado frente al televisor
con ese sentimiento
de culpa
que ninguna aspirina acierta a calmar.


Abstracción

Por Jesús David Buelvas Pedroza

Un hombre asomado a la ventana
no existe.
Es sólo un vacío que se pierde
en los acontecimientos de la calle.


Happy birthday
Por Jesús David Buelvas Pedroza

Treinta años
y nada que justifique mi existencia.
Salgo a la calle y los hombres,
serios autómatas de la prisa,
nada reconocen a su alrededor.
Es la larga historia de mis días.
Siento como muero de cansancio.
Sólo a veces suelo morir de risa
o de simple muerte natural.
Ahora se vomitan las oficinas
y la derrota se pasea por las aceras.
Cada uno se ocupa de sus quehaceres
mientras yo regreso a casa y pienso
“esta edad cruda y gris y nadie
que llore mis múltiples muertes”.


***

Observar el techo tiene
su mística de domingo por la mañana.
Tenderse en la contemplación
de las manchas
confiando en la resurrección,
en el milagro de quedarse quieto
ante las horas.
Nada desvía esta disposición
que subvierte
cualquier posibilidad
de movimiento,
cualquier abstracción más allá
de este cuarto
en donde el acto de contemplar
el techo
es la única religión posible.