miércoles, 13 de mayo de 2015

El insoportable peso de la memoria

El insoportable peso de la memoria

“La suma de tantas desgracias tal vez habían hecho del mundo
un lugar para la mala vida, un pozo de suspiros infructuosos
por la felicidad que no se conoció”
Roberto Burgos Cantor La ceiba de la memoria

Tan sólo el arte, en especial la literatura, nos permite recrear a manera de testimonio catártico los pormenores de nuestra desgracia. Gran parte de la historia de la humanidad no es más que el recuento de sus tribulaciones, de los diferentes momentos en que el hombre se ha ensañado en contra del hombre mismo, sometiéndolo a vejámenes y humillaciones que de sólo recordar nos sumergen en los abismos del vacío y la vergüenza. Sin embargo, manifestaciones como la pintura, la escultura, el teatro y en este caso la literatura, nos permiten revisar estos episodios comprometedores de nuestro devenir esperanzados en que, a pesar de todo, seamos capaces de enmendar en algo esta Historia Universal de la Infamia que con nuestro paso avasallante por el mundo nos hemos dedicado a construir.
Nuestra historia reciente y la de los siglos anteriores están determinadas por el carácter errático de nuestra humanidad; por la búsqueda incesante del poder a costa del sometimiento y la destrucción; por la humillación de los otros hasta el cansancio y el exterminio de sus voluntades. Esas historias generalmente son contadas por medios oficialistas que ocultan, con fines nada claros, los pormenores del infortunio, dejándonos el sinsabor de todo cuento “mal echado”. Afortunadamente para nosotros, existe la conciencia del escritor que sin dejar de lado su amor por la ficción, decide centrarse en el hecho histórico para novelarlo; lo investiga, modela las voces, los personajes necesarios, anticipa el tono de su relato y se dispone para recrear de manera llamativa aquello que los años y las necesidades del ocultamiento no nos habían revelado. No es la historia “real”, pero tiene de valioso, más allá del relato que repetimos de memoria en las escuelas, la interpretación osada que lo hace atractivo para todo ser humano.
Esta mirada del escritor deja como resultado un relato que conmociona hasta el punto de conducirnos a la revisión crítica de nuestra historia, generando en los lectores la necesidad de rebelarnos en contra de esas cortinas de humo creadas por los relatos oficiales; velos que al ser corridos nos dejan frente al vacío, ante el sinsabor que todo ser humano experimenta cuando se percata de que su historia personal o la del colectivo al que pertenece pueden estar fundadas sobre una falacia. Es esta posición en contra del ocultamiento, esta necesidad de una revisión crítica de los hechos, esta ansiedad producto del sinsabor, del vacío, esta sensación de no haber contribuido para rectificar nuestros asuntos lo que nos queda después de leer “La Ceiba de la Memoria” de Roberto Burgos Cantor.
Este libro es la historia de la ignominia hecha novela. A partir de un entramado que inmiscuye personajes de espacios y tiempos diversos, unidos por recursos a través de los cuales se confecciona la necesidad que parece impulsarlos a todos, incluyendo al lector, se ficcionan los pormenores de la esclavitud en los tiempos de la colonia, los despojos productos del holocausto nazi y el profundo desarraigo del hombre moderno. Esta novela está construida a partir de voces que con una fuerza particular cuentan sus tribulaciones y ofrecen su visión acerca de los aspectos de la cotidianidad que ellos mismos protagonizan. Por medio de este recurso narrativo participamos de la inquebrantable fe y el sacrificio de Pedro Claver; del reservado escepticismo de Alonso de Sandoval; del reclamo y la resistencia por parte de Analia Tu Bari; de las inquietudes vitales y los cuestionamientos planteados por Dominica de Orellana; del grito de rebeldía lanzado por Benkos Biohó en contra de todo lo que representa el despojo. No se quedan atrás el relato en torno a la búsqueda de una justificación para la existencia por parte del escritor el escritor Thomas Bledsoe ni la voz del personaje innominado por medio del cual se emparentan la ignominia de la esclavitud americana con el desaliento que produce en el espíritu humano la desastrada huella generada por el holocausto nazi.
Alrededor de estas voces centrales existe una saga de personajes que no dejan de ser importantes para el relato. Seres tan bien confeccionados que se convierten en prototipos de las facetas humanas que entrañan; que nos dejan ver a través de sus acciones e ideas cada una de esas cosmovisiones forjadas a través del tiempo, en medio de las contingencias que a todos los seres humanos nos corresponden. En este nivel nos compenetramos, entre otras caracterizaciones, con la picardía casi perversa de la cómplice Magdalena Malemba; con la búsqueda de la tranquilidad brindada por la soledad a la que siempre parece aspirar el capitán Alekos Basilio Laska y con el equilibrio y la comprensión marital encontrados por la tan opuesta pareja formada por Stela y Hans.
Todos estos personajes y las situaciones que protagonizan se abren ante el lector como un camino para la comprensión de los más profundos recovecos de la espiritualidad humana. Una espiritualidad diversa, alimentada por las creencias, por las convicciones, por las búsquedas que a cada hombre, dependiendo de su tiempo y su contexto le competen. Es así como esta novela, colmada de voces que exigen el respeto por la diferencia, está planteada como una totalidad con la que el escritor confirma una vez más la permanencia de este género y a la vez demuestra que la ambición narrativa de recrear el mundo y al hombre en su integralidad sigue siendo posible.
Por medio de estos relatos que se entrecruzan utilizando como pretextos narrativos las indagaciones y los apuntes hechos por un escritor acerca de una parte de la época de la colonia en Cartagena de Indias, la búsqueda de respuestas en torno a la validez del oficio de la escritura y la justificación de la existencia por parte de este mismo escritor así como a través de las percepciones de un profesor de literatura acerca de la realidad europea posterior a la segunda guerra mundial, nos inmiscuimos en una serie de saltos temporales y espaciales que permiten recrear un mundo posible a partir del cual podemos comprender que la historia de la humanidad es una sola y que todos sin excepción hacemos parte y somos responsables de ella.
Esta novela, a través de sus personajes y situaciones, recrea esa faceta del ser humano a la que los múltiples vicios de esta sociedad nos han hecho esconder. Se trata de esa capacidad que nos faculta para ser sensibles, para conmovernos ante la desgracia y dimensionarla hasta el punto de comprender que a partir de ella también podemos construir y crecer. “La ceiba de la memoria” es un testimonio del espíritu humano con sus defectos y virtudes; un compendio de voces que claman desde la diferencia; voces que hablan de nuestra humanidad constipada por las dudas y las frustraciones que en última instancia, entre todos, debemos resolver.

Jesús David Buelvas Pedroza