martes, 22 de julio de 2025
viernes, 10 de enero de 2025
Fotografía y Poesía
Réplica
Esta telaraña simula la idea de un pequeño universo.
Su urdimbre parece desafiar y contener a la vez
las leyes de la materia y la antimateria.
Ubicada de manera estratégica
en cualquier esquina del vacío
esta réplica atrapa porciones de luz
y polvo cósmico precisas
para que su arácnido habitante haga las veces de dios.
Poema de Parábola del vacío
Aracne
Busco en el diccionario una definición
que me permita entender
la conducta de esa araña que hace rato
me vigila desde lo alto del techo.
Me entero de que no es un insecto.
Entre sus costumbres de monstruo
casi mitológico
yo podría estar catalogado
como un apetitoso plato.
Solo sería cuestión de equivocarme
para terminar enredado en esa trampa.
Poema de Los anuncios de cualquier soledad
jueves, 29 de agosto de 2024
Peso
La balanza me hace rememorar
la idea de peso y levedad en Parménides.
El peso como categoría negativa.
Categoría que quizás en nada aplique
a la cosmovisión del carretillero
que pesa el pescado
a cambio de algunos pesos
que le aliviarán la vida
por unos cuantos días.
¿Qué tanto tendrá que ver esa idea
con este hombre que empuja
como arrastrado por el río de Heráclito
calle abajo su muy pesada carreta?
Jesús David Buelvas Pedroza
domingo, 4 de agosto de 2024
Las tres mujeres y el vendedor de libros
Anoche, después de empacar los ejemplares de la venta y el trapo rojo sobre el que los pongo, me despedí de quienes me acompañaban en la plaza de la Trinidad con el firme propósito de llegar a San Diego. Cuando ya abandonaba la plaza para internarme en el callejón que da a la calle de la Media Luna fui abordado por tres mujeres cuyo lugar de procedencia no diré para evitar dilemas y suspicacias.
Estas mujeres, muy desenvueltas, me saludaron amablemente y sin mayores rodeos me dijeron que ellas sabían que yo les podía ofrecer lo que estaban buscando. Entre sorprendido y algo intimidado les pedí que fueran claras porque yo no estaba entendiendo. Una de ellas, la más joven y a la vez más osada, me dijo que yo tenía cara y actitud de vendedor de drogas y me pidió que le mostrara con confianza la mercancía.
Me mantuve tranquilo y sin ofenderme les mostré lo que llevaba. A cada una le entregué un ejemplar de mis libros mientras les decía que yo vendía la mejor droga de todas, comentándoles que tal vez no tenían idea del efecto que en el cerebro se generaba gracias a la literatura. Las mujeres rieron. Mientras, yo les decía un par de cosas más evitando parecer conservador o moralista. Una de ellas ofreció disculpas. Otra, la que no había hablado, me preguntó por el precio. Se los dije y cada una, para mi asombro y beneficio pues no había vendido nada durante mi estadía en la plaza, adquirió un ejemplar.
Después de la compra se quedaron un par de minutos más conmigo. Al tiempo que hojeaban sus ejemplares me preguntaban por esas nimiedades que las personas siempre intentan averiguar cuando se encuentran con alguien que dice ser escritor. Les respondí de manera breve, pero sin dejar de ser amable hasta que me sentí un poco fastidiado a causa del hambre que deseaba saciar con un peto o una carimañola. Me despedí de ellas. La más joven y habladora me dio un beso en la mejilla mientras me decía, acercando demasiado su rostro al mío, que en cuanto llegara a su hotel comenzaría a leer el libro. No pude evitar sentir su aliento marcado por un leve tufo de cigarrillo.
Las tres mujeres, entre risas y chanzas relacionadas con lo que acababa de suceder, caminaron hacia la plaza para, tal vez, dedicarse a buscar la mercancía por la que inicialmente me preguntaron. Probablemente la encontrarían entre esas calles de Getsemaní que a esa hora estaban atiborradas de turistas y raizales dedicados a la tan compleja, pero también humana, vida nocturna.
Acordándome de la mujer de Lot, ni siquiera volteé para mirarlas. Reacomodé mi bolso, conté nuevamente el dinero, lo guardé en uno de mis bolsillos y seguí mi camino.
Jesús David Buelvas Pedroza
Inventario de mis 51
Riñones en buen estado: un par de veces atacados por los cálculos.
Páncreas e hígado en buen funcionamiento. El segundo, limpio gracias al reciente uso de un drenador hepático.
Corazón, al parecer eficiente. Hasta ahora nunca se le ha dado por ponerme en apuros.
Colon; una que otra vez inflamado y generador de agrieras. Pero nada crónico y que una buena toma de limón no pueda mejorar.
Pulmones como unos buenos fuelles a pesar de haber estado amenazado por el asma heredada de un antepasado desde la infancia. Crisis mínimas en los tiempos de gripe. Eso sí, todo bajo control gracias a las infusiones de orégano y eucalipto que la abuela paterna me enseñó a preparar para mi defensa.
Cabeza, en su lugar tanto literal como figurativamente, aunque algunos conocidos hayan afirmado en alguna ocasión que estoy loco. La locura, esta locura, tiene algo que me permite el gozo de lo mínimo el cual no le es dado a muchos otros.
Espalda, un poco afectada debido a las posturas inadecuadas, pero resistente gracias a la práctica de las artes marciales y la gimnasia. Recuperada de un dolor en la parte baja por mí mismo y nunca tocada por un fisioterapeuta. Nunca me ha gustado exponerme al sentido de superioridad que hoy día suelen proyectar los médicos.
Piernas, aún derechas, resistentes y ágiles para seguir caminando largas distancias o para pedalear mi bicicleta.
Dientes y muelas. Los suficientes para desgarrar una buena presa de carne asada acompañada de yuca frita o cocida o en su defecto con patacones.
Manos, completas. Con dedos ágiles gracias a la práctica temprana de la mecanografía, algo que en parte me preparó para seguir escribiendo.
Los pies, grandes, firmes para equilibrar después de cada tropiezo y de las zancadillas que algunos han querido meterme.
Las uñas, tan importantes ellas con sus texturas aún lo suficientemente consistentes como para rascarme o para soltar un tornillo cuando no tengo herramientas.
Aquí estoy, haciendo un inventario de mis carnes, de mis vísceras y mis huesos hoy que cumplo 51 años. El último lugar se lo reservo a mi cerebro, parte de mi cuerpo en el que residen las neuronas y las glándulas responsables de mis ideas y mis sentimientos.
Parte de esta mañana la dedico a esta enumeración de lo que me constituye a la vista de los demás para la celebración tranquila de estos años bien empleados sin quejarme y sin pedir a cambio nada más que lo justo y lo conveniente. Nada se me debe y nada debo más allá de la tranquilidad y el sosiego que me permitan seguir mirando, palpando, compenetrado con el mundo durante el tiempo que en este discurrir aún me quede.
Jesús David Buelvas Pedroza
Julio 15 de 2024
martes, 4 de junio de 2024
Mariposa 4 de junio de 2024
Revolotea.
Hoja que cobra vida
la mariposa
El haikú que acompaña a la imagen pertenece al libro "La voz sin eco".
miércoles, 8 de mayo de 2024
Flor de bleo
Este afán