Riñones en buen estado: un par de veces atacados por los cálculos.
Páncreas e hígado en buen funcionamiento. El segundo, limpio gracias al reciente uso de un drenador hepático.
Corazón, al parecer eficiente. Hasta ahora nunca se le ha dado por ponerme en apuros.
Colon; una que otra vez inflamado y generador de agrieras. Pero nada crónico y que una buena toma de limón no pueda mejorar.
Pulmones como unos buenos fuelles a pesar de haber estado amenazado por el asma heredada de un antepasado desde la infancia. Crisis mínimas en los tiempos de gripe. Eso sí, todo bajo control gracias a las infusiones de orégano y eucalipto que la abuela paterna me enseñó a preparar para mi defensa.
Cabeza, en su lugar tanto literal como figurativamente, aunque algunos conocidos hayan afirmado en alguna ocasión que estoy loco. La locura, esta locura, tiene algo que me permite el gozo de lo mínimo el cual no le es dado a muchos otros.
Espalda, un poco afectada debido a las posturas inadecuadas, pero resistente gracias a la práctica de las artes marciales y la gimnasia. Recuperada de un dolor en la parte baja por mí mismo y nunca tocada por un fisioterapeuta. Nunca me ha gustado exponerme al sentido de superioridad que hoy día suelen proyectar los médicos.
Piernas, aún derechas, resistentes y ágiles para seguir caminando largas distancias o para pedalear mi bicicleta.
Dientes y muelas. Los suficientes para desgarrar una buena presa de carne asada acompañada de yuca frita o cocida o en su defecto con patacones.
Manos, completas. Con dedos ágiles gracias a la práctica temprana de la mecanografía, algo que en parte me preparó para seguir escribiendo.
Los pies, grandes, firmes para equilibrar después de cada tropiezo y de las zancadillas que algunos han querido meterme.
Las uñas, tan importantes ellas con sus texturas aún lo suficientemente consistentes como para rascarme o para soltar un tornillo cuando no tengo herramientas.
Aquí estoy, haciendo un inventario de mis carnes, de mis vísceras y mis huesos hoy que cumplo 51 años. El último lugar se lo reservo a mi cerebro, parte de mi cuerpo en el que residen las neuronas y las glándulas responsables de mis ideas y mis sentimientos.
Parte de esta mañana la dedico a esta enumeración de lo que me constituye a la vista de los demás para la celebración tranquila de estos años bien empleados sin quejarme y sin pedir a cambio nada más que lo justo y lo conveniente. Nada se me debe y nada debo más allá de la tranquilidad y el sosiego que me permitan seguir mirando, palpando, compenetrado con el mundo durante el tiempo que en este discurrir aún me quede.
Jesús David Buelvas Pedroza
Julio 15 de 2024