En el interior
de la semilla
La
poesía, en ocasiones, se constituye en un espacio propicio para ser el uno y el
otro, para negar el presente y acudir al pasado, para encontrar el paraíso y
luego renunciar a él. Cada línea que nos conmueve, además de ser una forma de
develar lo que somos, también es una posibilidad que se ofrece para acercarnos
a eso otro que podríamos ser. Así la poesía nos brinda la oportunidad de ser
finito e infinito; de amar y ser amados; de constituirnos en guardianes del
misterio y de ser guardados por el misterio que ella encierra a la vez.
Y pensar que aún nos
falta esperar el invierno de Rodolfo Lara
Mendoza es un libro que explora y se mueve en esta multiplicidad de
posibilidades en que se constituye y, a la vez, constituyen a la poesía. Al
leer los poemas de este libro es posible encontrar una voz plural que ahonda
con asombro en las diversas facetas del ser humano. Este asombro es, tal vez,
producto de la contemplación reflexiva de un poeta que encuentra en la palabra
la vía precisa para acceder a la imagen como elemento primordial de la creación
poética. Es así cómo Lara Mendoza llega a la evocación que le permite recrear
de manera poética, los espacios del amor, la infancia, el arte y las dualidades
en que se mueve el ser humano.
De
esta contemplación reflexiva surgen, de manera versátil, imágenes como la del
hombre-ciudad y la mujer-agua en romance
en plenilunio o la de los fantasmas de fabulilla
de la insensatez, las cuales
sirven como vehículo para nombrar las búsquedas y las esperas a las que está
sometido el ser que ama. Este mismo tema, el amor, se manifiesta en otros
poemas del libro, dejándonos claro que gracias a él somos seres en constante
aspiración de ese otro que permanece o se va, que nos regala su beso a través
de la distancia, que nos estremece con su adiós hasta hacernos dudar entre ser
cuerpo o fantasma o que en últimas nos condena a abrazar en un cuerpo finito lo
infinito.
Recurriendo
a la evocación como vía de acercamiento, el poeta aborda con propiedad otro de
los temas centrales del poemario: el espacio de los recuerdos. Aquí la palabra
expresa la necesidad de borrar ese presente intermitente que oscila en el
ahora, para adentrarse en los recovecos de un tiempo en el que tal vez la
armonía con el mundo era más fácil. La voz poética alude entonces a esos
referentes que le permiten surcar “el blando cauce de días irremediables” para
descubrirse siendo el niño que canta un gol sobre el terraplén, que es esculcado
por la mano de la vecinita en el lote enmontado o que prefiere abrazarse a sí
mismo mientras se sigue esperando de pie.
Del
poeta como hombre esencial, además de sus recuerdos y sus amores también hacen
parte sus necesidades y sus aspiraciones. La poesía misma y el arte en general
deslindan como preocupaciones temáticas en este libro. Aparecen entre sus
páginas las invocaciones a Vallejo y a Van Gogh; los reclamos de Paul Eluard a
Gala; la lenta y solitaria muerte de César Pavese; la irrespirabilidad del aire
en medio de los poemas; poemas que se levantan y caminan hasta la puerta con
forma de mujer; poemas que terminan convirtiéndose en una “revelación en el
cielo de este abandono”.
Estos
clamores y revelaciones surgen de la relación que el poeta establece con los
universos en los que se adentra, llevado tal vez por la necesidad de
reconocerse a sí mismo en lo que hace: aplazar sus urgencias para dedicarse a
cuidar la semilla de la palabra. Una palabra que se le entrega como puerta de
acceso a sus mundos interiores. Mundos en los que se encuentra a sí mismo en lo
que fue, en lo que es y en lo que sería como hombre poseído por una ambivalencia
espiritual que lo lleva a pedir perdón por no ser eso otro que de alguna manera
lo complementa. Es esta una petición que no se emparenta con la súplica
religiosa. Es más una disculpa casi ascética de un ser consciente de que todo
lo relacionado con él (como con todo hombre) está a medio camino. Es esta
conciencia de su indefinición lo que hace que la voz poética manifieste su
silencio frente a la lluvia; su capacidad de vislumbrar las diversas formas del
amor o la posibilidad de aspirar a un paraíso que no se concreta pero que en
ocasiones nos brinda un remanso momentáneo como ocurre en el poema hotel hoja.
Entre
estos y otros aspectos de indiscutible peso poético, Rodolfo Lara Mendoza
construye una voz que le permite alcanzar una hondura mística con la cual
nombra los ámbitos que como hombre y poeta le competen. Desde su primer trabajo,
Esquinas de días contados, se
vislumbra el compromiso con la palabra, con la recursividad verbal que le
permite lograr un verso que fluye para dejar que el lector deguste una poesía
colmada de reflexiones sinceras sobre las más profundas fibras de la
existencia.
Jesús David Buelvas Pedroza
No hay comentarios:
Publicar un comentario