sábado, 18 de marzo de 2017

Textos sobre educación y otros tópicos.



Todavía existimos idealistas, enfermos de optimismo que creemos que los conocimientos humanísticos y las carreras de esta línea tienen sentido y valen la pena ser estudiadas. Algún profesor de filosofía, en mi adolescencia, me dijo algo que nunca se me ha olvidado; dijo algo como que la filosofía y la literatura aportan al mundo la posibilidad de dimensionar al hombre, de rescatarlo desde el más fondo abismo en que está siendo sumido por el entorno de consumismo y confort en que le toca vivir. Yo le creí y le sigo creyendo, sobre todo cuando le hablo a mis estudiantes desde cualquiera de las dos áreas y veo como se les iluminan los ojos ante la posibilidad de ver el mundo de manera diferente. El problema no está en que la filosofía y la literatura no tengan una aplicabilidad en el mundo de hoy. Creo, es mi parecer y como todo parecer discutible, está en parte en la actitud de quienes las estudian y quienes las enseñan. Estos, muchas veces no saben cómo hacer que dichos conocimientos adquieran sentido en la vida de ellos ni en la de los estudiantes. En medio de esa crisis de optimismo en la que vivo, sueño con un mundo en el que cada profesional sea capaz de ver que todo lo que se hace desde cualquier carrera se hace por y para los seres humanos. Y, a mi modo de ver, esta posibilidad de lo humano solo se puede percibir y afianzar a través de estos conocimientos aparentemente, solo aparentemente, nada prácticos.

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