miércoles, 29 de mayo de 2019

Nota del 28 de mayo de 2019

Esta mañana en que la lluvia me mantiene encerrado en mi apartamento, leo a Saramago, su Último cuaderno, escrito en 2009. No hago sino pensar gracias a sus palabras, cuánta falta nos hace activar esa parte humana llamada coherencia de pensamiento, palabra y hecho. En estos días se me ha redespertado casi de manera obsesiva, la idea de lo incoherente que somos como sociedad. Es aberrante el bajo, casi nulo, nivel de integridad e integralidad que uno descubre en las personas si se dedica a observarlas bien. Profesores, abogados, administradores, profesionales de todo tipo y gente "del común" ajustándose al fallido precepto de "lo digo pero hago otra cosa", del "eso no importa ¿para qué creyó lo que dije?" con tan arraigado cinismo que me dan ganas de pedirle a la naturaleza que diluvie por cuarenta días y sus noches (eso que no soy creyente) para que sepulte a tanto nefilin que habita y transcurre por estas calles. La lluvia ha cesado y mi trabajo me espera. Me calzo un buzo gris y me digo "sal, es preciso cumplir con tu rol y tu palabra a cabalidad. Allá ellos, los incoherentes". Gracias Saramago, por hacerme sentir a través de tus palabras que no estoy solo en medio de esta "caterva de vencejos" que parece haber renunciado a su capacidad para pensar, lo más humano que existe.

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