En Fundación de Isaac Asimov, Hary Seldon afirma que
para cambiar la tendencia psicohistórica del mundo es preciso una gran inercia
que detenga la tendencia en que se está viviendo. En este momento, en este
mundo que al parecer no es el de la ciencia ficción, la pandemia del covid-19 podría
representar esa inercia. A causa de dicha enfermedad se han paralizado muchos de
los aspectos y dinámicas de la vida tal como la conocemos, es decir, tal como
ha sido direccionada por las élites del mundo capitalista y de consumo. Para
alguien que tenga un mínimo de raciocinio y pensamiento crítico, no es ajeno
que en las últimas décadas (cuatro o cinco) hemos estado a merced de la
voluntad de los gremios y las corporaciones que respaldan las plutocracias que
nos gobiernan. Gracias a la publicidad y a los medios masivos de comunicación,
los tentáculos principales de este poder tras bambalinas, nos ha sido inoculado
el mayor nivel de estupidez y alienación del que tal vez haya sido víctima la
humanidad a lo largo de su historia. Ni siquiera el pretexto de la religión fue
tan eficaz durante la Edad Media como sí lo han sido la sirena del consumo y
los medios para hacernos creer que hoy día no se puede vivir de una manera diferente
a como las leyes del mercado lo dictan. Nos encontramos en un mundo configurado
para la ostentación por parte de unos cuantos y para el constante anhelar de
los muchos que viven en la incertidumbre generada por la amenaza latente de la
pobreza y la miseria. Mientras las pantallas normalizan la idea de que nuestros
ídolos de barro tienen todos los derechos del mundo, pues ellos “se la han
luchado duro” nosotros, la masa, debemos contentarnos con mirarlos, aplaudirlos
y servir como esclavos para que sus privilegios y sus mezquinos deseos se sigan
cumpliendo. A cambio, debemos recibir, con mucho regocijo o con mucha
resignación (dependiendo de la vía y el nivel de alienación), las migajas que
se nos suministran cuando acudimos a los simulacros de la virtualidad, a nuestros
gloriosos vitrineos por los centros comerciales, o cuando eufóricos, asistimos a
los rituales de la gran religión del espectáculo.
Al inicio de la alarma pandémica, cuando el coronavirus
ya había viajado por el mundo y cuando, gracias a la “imposibilidad” de cerrar las
fronteras y los aeropuertos, este ya se había instalado en las principales ciudades
de cada continente, los más optimistas, entre ellos yo, pensábamos que las sacudidas
generadas por la enfermedad a nivel económico, político y de salubridad serían
suficientes para propiciar un cambio de mentalidad en la gente. Pasado unos
meses me aventuro a decir que el asunto no es como nos lo habíamos imaginado. Parece
ser que la amenaza del contagio masivo no resulta suficiente para que la gran
mayoría de los seres humanos asuma que es preciso cambiar de estilo de vida y
así poder pensar en la conservación de nuestra especie sobre la faz del planeta.
A veces pienso, que a mucha gente la ha excitado la idea de sentirse en una
situación extrema; como si una descarga de adrenalina se hubiera disparado a nivel
colectivo y nadie experimentara el más mínimo miedo de sentirse expuesto. Al
inicio de la aparición del covid-19, gran parte de la gente, a pesar de las
dificultades económicas y sociales que se sabía había que enfrentar, se notaba
dispuesta a acatar las indicaciones dadas por algunos gobiernos para evitar al máximo
la propagación del contagio. Eso auguraba la posibilidad de que la curva pandémica
se aplanara y el asunto no nos tocara tan fuerte. Pero han pasado los días y
con ello una especie de euforia suicida se ha apoderado de la gente. Una
euforia que se traduce en el desborde de millares de personas en muchas partes
del mundo deseando volver a las costumbres de siempre, a la “normalidad” tan
nombrada a cada rato por comunicadores y gobernantes. La gente insiste en salir
a la calle incum-pliendo las directrices dadas para la cuarentena sin siquiera importarle
las multas que se acumulan como deudas que nunca serán pagadas; sin siquiera
haber pensado una excusa creíble para esgrimir en el momento de ser abordados por los periodistas o las autoridades;
en grupo, salen a mercar para terminar armando las trifulcas de siempre; de
manera furtiva asisten a marchas y cacerolazos convocados para protestar por diversos
e insólitos motivos, a funerales masivos, a paseos, a fiestas clandestinas en
casas, fincas o barcos que son alquilados o prestados para ello. Los
empresarios por un lado presionan para que sean reactivados los diversos campos
de la economía que van desde los considerados esenciales hasta los espectáculos
musicales y deportivos. Por el otro; trabajadores, hinchas y fans los apoyan ansiosos
de que se reactive su “circo”. Tanto a gente del común como a personajes de la
farándula como a gobernantes se les ha visto y grabado en diversas situaciones,
infringiendo las reglas que ellos mismos habían propuesto. Ante esta actitud
que día con día es más reiterativa y desafiante con la vida misma, cabe
preguntarse por las causas de fondo de tal comportamiento. ¿Cómo nos explicamos
esto? ¿Por qué oculta razón la gente se muestra tan reacia a comprender que la
circunstancia esencial es hacer todo lo posible para mantenernos a salvo, para
darnos la posibilidad de seguir viviendo y poder disfrutar de la vida más adelante,
con un poco más de seguridad y con más tiempo? ¿Acaso han sido tan efectivos
los mecanismos y procesos ejecutados por el capitalismo y la sociedad de
consumo que nuestra alienación nos ha convertido en seres tan insensatos empecinados
únicamente en vivir el momento?
Como pasa con toda pregunta, para estas tampoco existen
respuestas definitivas. Por ello, me aventuraré como ser humano, con todos mis
sesgos y limitaciones, a intentar mis muy personales respuestas. Algunas teorías
conspirativas hablan de una posible vacuna que desembocaría en la instalación
de un chip en cada individuo de la población mundial con el fin de vigilar y
controlar a cada sujeto. A pesar de los altos niveles de paranoia que en ocasiones
manejo, esta idea me resulta hilarante. Creer esto es pensar que no estamos
vigilados, que no somos un rebaño cuya autonomía ha sido anulada y cuyo
pensamiento es direccionado para que respondamos a los estímulos de la sociedad
de consumo en la que estamos inmersos. Habría que leer bien a Foucault para comprender
cómo desde mucho antes de la mitad del siglo XX se había configurado una
sociedad disciplinada basada en la vigilancia y el castigo. Las corporaciones
no necesitan hacer algo que ya está hecho. Y evidencia de ello es la manera en
que hemos respondido a la situación inédita en que nos encontramos, situación
que amerita autocontrol por parte de cada uno de nosotros para no desembocar en
los traumas psicológicos que al pasar de una supuesta libertad a una situación
de encierro se generan. Desde esta perspectiva es preciso pensar en la manera
en que para que no nos subordinemos y cumplamos a la vez el papel de
consumidores al que se nos ha destinado (sostengo que la insubordinación de la
sociedad civil en estos días es mera apariencia), las corporaciones han hecho
un trabajo de convencimiento excelente por medio de las herramientas que muy
cuidadosamente han diseñado gracias a la técnica, a la tecnología y a la
ciencia. Somos el producto de un experimento socioeconómico y psicológico en el
que se nos ha programado para obedecer creyendo muchas veces que desobedecemos
o simplemente para seguir las reglas dictadas por el sistema sin que nos demos
cuenta. Y lo peor es que tal obediencia ciega es la que en este momento nos está
empujando hacia el precipicio al que tal vez los dueños del mundo, a los que nada
importamos, nos están mandando sin que opongamos la más mínima resistencia. Nos
programaron para el consumo, para el espectáculo, para trabajar de manera
mecánica convencidos de una idea de productividad que solo es rentable para los
dueños de las empresas. Esa programación, a mi modo de ver es la que explica en
gran parte lo que en este punto de la pandemia está ocurriendo. El mundo
productivista se mueve sobre la máxima “la economía no se puede parar”. Y somos
nosotros quienes alimentamos la incesante máquina de ese mundo imparable; somos
nosotros quienes cumplimos el doble papel de trabajadores y consumidores; los
engranajes inicial y final del productivismo de la sociedad mercantilizada, y
como todo engranaje, reemplazable cuando deje de funcionar. No son los dueños
de las empresas los que quieren salir a la calle. Ellos se quedarán tranquilos
en sus penthouse, en sus chalets, en sus casas de campo, mientras sus
trabajadores y administradores (los engranajes) regresamos a la calle para desafiar
de manera voluntaria la enfermedad y engordar las utilidades de sus cuentas.
Este mundo pandémico está profundamente sometido desde
hace décadas por las ideas productivista y consumista. Los medios de comunicación
y la publicidad han adiestrado a cabalidad este rebaño. Hemos sido amaestrados
tan efectivamente que, en este momento, hordas de hombres, mujeres y niños
desean de manera ferviente la suspensión o la flexibilización de las medidas de
confinamiento para volver a la “normalidad” del consumo y el espectáculo como
si se regresara a una gran fiesta. En algunas partes del mundo, tal deseo de la
población ya se está convirtiendo en exigencia y muchos dirigentes, que seguro
se lavarán las manos ante la historia, usarán este deseo y estas presiones del
pueblo para pagarle a los dueños de las corporaciones el favor de haberlos
puesto en sus escaños políticos. Visto así, los medios jugarán su papel con mayor
facilidad, mostrando cómo los ciudadanos del mundo, los engranajes desechables
del sistema, están pidiendo por ellos mismos ser enviados al matadero. Todo está
funcionando al dedillo para quienes, aunque tal vez no lo planearon, buscarán
sacarle provecho a esta situación por ser los dueños no solo los poderes económico
y político sino también de la voluntad de la gente. El nivel de enajenación al
que nos sometieron usando los mecanismos del consumo promovidos por el
neoliberalismo es tal vez la razón más fuerte de nuestra muy cercana perdición.
Es tal el grado de obnubilación de nuestra sociedad que, a pesar de que de forma
demagógica algunos líderes anuncian la necesidad de empezar a vivir de otra
manera, la gran mayoría no entiende eso y reclama una vuelta rápida a la tan
anhelada “normalidad”. Los medios, la publicidad y sus agentes están jugando su
papel, impidiendo la caída del discurso de las compras, de la farándula y el espectáculo
deportivo. No se juega futbol, pero hay transmisión de partidos ya jugados, no
hay conciertos en los escenarios, pero los cantantes y sus managers no dejan de
anunciar videoclips y canciones de estreno, los anuncios impiden pensar a la
gente, evitando que las personas hagan ejercicios de introspección para buscarse
a sí mismos, o al menos piensen en visitar el campo para reconectarse con la
naturaleza. Juegan su papel de siempre, manteniendo viva la ansiedad del consumo
y los viciados deseos que al capitalismo le sirven. Con un buen discurso demagógico,
hablan de un cambio de vida para superar la pandemia, pero azotan el subconsciente
del ser humano con la publicidad de productos en rebaja y las diversas formas
de adquirirlos para mantener vivo el comercio. Frente a este poderoso artilugio
con el que nos han disparado desde hace años, no existe una posibilidad de
reacción eficaz y rápida por parte del individuo alelado y sin capacidad
crítica. Estamos a merced de lo que los dueños de este monstruoso mecanismo
quieran hacer con nosotros, y lo que a ellos solo les interesa (de eso podemos
estar seguros) es que sigamos siendo las piezas sacrificables de este sistema.
Me pregunto ¿Dónde parará todo esto? Creo; en la verdadera
gran inercia, según lo planteado por Hary Seldon, pero ya no para un mundo de
ciencia ficción sino para este en que vivimos y que parece, aunque de pesadilla,
ser el real. No me interesa posar de profeta nihilista ni de futurólogo apocalíptico;
pero lo que analizo a partir de la actitud de la gente en este contexto de pandemia
no me deja pensar sino en la hecatombe que muchos conspirólogos auguran cuando afirman
que este virus ha sido creado para acabar con más de la mitad de la población
mundial. Al parecer, la amenaza no basta para que una masa alienada realice la
catarsis que genere el cambio como solía ocurrir con los espectadores de la
antigua tragedia griega. El nivel de sadomasoquismo al que hemos sido llevados en
la actualidad es tal, que, al parecer, necesitaremos experimentar el sacrificio
en carne propia (ver sangre) para podernos concienciar. En realidad, muy en
contra de lo que dicen los gobiernos y sus dueños, quienes han acallado las voces
de algunos científicos que han querido actuar con honestidad, pienso que
todavía el mundo no está preparado para retomar sus dinámicas de por si
lesivas, pues el virus, con el que ya nos advirtieron que tendríamos que
convivir, está latente, vivito y coronando. Un porcentaje muy mínimo de la
gente en el mundo es disciplinado y sabe seguir reglas de manera puntual y sostenida.
Entre ellos estará gran parte de quienes se salven. El resto, millonadas, es propenso
a eso que ahora llaman indisciplina social, cuyas causas principales radican tanto
en la falta de formación como en la carencia de recursos económicos llamada
coloquialmente necesidad. Dos factores que tienen severas consecuencias en la conducta
de la gente que ante lo que le parece absurdo, reacciona con la violencia más
primaria que el ser humano pueda expresar y que se traduce, casi siempre, en el
desconocimiento de cualquier autoridad. Esta indisciplina social, innegablemente,
contribuirá para que se dé esa gran fatalidad que, de manera paradójica, podría
conducirnos desde el más profundo fondo de la crisis por ella ocasionada, hasta
la toma de consciencia necesaria para que quienes sobrevivan se propongan asumir
la existencia de otra manera, buscando, quizá, como estirpe condenada, tener
sobre la faz de la Tierra una segunda oportunidad.
Jesús David Buelvas Pedroza
Certera disertación. Somos productos programables con la verdad espresada, trabajadotes y consumidores a la vez. Y los que obstentan el poder rien en sus chalets
ResponderEliminarMuy pertinente la reflexión. Necesitamos entender por una buena vez que nos corresponde fortalecer el ser por encima del tener.
ResponderEliminarA diferencia de como lo comentan los noticieros y como lo describes tu, gran parte de mi círculo no ha necesitado salir, no ven la urgencia. Estan ocupados y disfrutan ser un poco ermitaños. Mi barrio siempre ha sido solitario. Yo soy un ave. Así que si, de vez en cuando salgo a volar entre los árboles solitarios
ResponderEliminarMe alegra que así sea. Pero como sabrás esas personas de las que hablas entran en esa minoría tal vez disciplinada o acostumbrada a vivir de una forma distinta que menciono en algunas de las líneas del texto. Agradezco tu comentario.
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EliminarBuen discurso oracional acerca de la actualidad y la pandemia. Vemos que los medios ya no se focalizan en la pandemia, se focalizan en reabrir en medio del caos los negocios, el consumo. Pues se creen dueños del mundo, la pedofilia del consumo. Las referencias a Foucault acertadas, aunque se consiguen rastros de Bauman y de Chomski.
ResponderEliminarMe gusta el discurso que expone, estimado poeta. Queda, a modo de complemento, saber discernir en el transcurso del tiempo qué tan certeros hemos sido o qué tan errados, sabiendo por nuestra propia carne la derrota.
ResponderEliminarBuen análisis de la situación.
ResponderEliminarEl ser humano nunca salió de la caverna de Platón, solo se trasladó a una,un poco más grande. Los grilletes, que ahora son mentales, nunca se los han quitado. Y por el contrario, si nos los llegasen a tener, no sabrían que hacer con sus vidas. Me atrevo a decir que hasta eso mismo, es lo que más miedo les causa. Saber que su
ResponderEliminarvida, y su "felicidad",dependen solo de ellos.
Todas las sociedades ideológicas mantiene al pueblo alienado a sus modelos políticos , económicos y culturales. Estamos en esta era de la descomposición del ser, es solo eso productividad y consumo. El juicio apocalíptico de los poderes humanos, los dominantes, se tomó el planeta, somos simples robots hacia la extinción intelectual e intonsa más nos parecemos al otro, nada nos detiene a la unidad del esclavismo perpetuo: Pobres y ricos.
ResponderEliminarMe parece muy bueno el análisis que realiza el escritor Jesús Buelvas sobre la situación actual y la irresponsabilidad por parte de la sociedad y los gobernantes. Por mi parte estoy muy de acuerdo con lo que menciona, ya que en estos momentos donde todos debemos actuar bien y concientes de todo es donde menos lo estamos aplicando, convirtiéndonos así en una sociedad ignorante.
ResponderEliminarMe pareció un texto bastante pertinente para concienciarnos y darnos cuenta de la situación por la que actualmente estamos pasando, e incluso, a mi parecer abarca cierto tema que no solo debe ser tocado en estos tiempos de pandemia, sino que ha abarcado y se ha presentado en nuestra sociedad por mucho tiempo, el papel que juegan la publicidad y los medios. Por otro lado, me parece que es un texto muy sentido, desde la posición de un gran ser humano que demuestra, se ha interesado por los temas que nos tocan como sociedad.
ResponderEliminarDana C.
Me pareció muy buen texto nos habla sobre algunos temas y aspectos los cuales soy muy importantes en la actualidad como lo es el confinamiento y el distanciamiento social debido al covid-19 me gusta la relación que tiene con todos lo aspectos de la vida sobretodo el título ya que es cierto lo que da a transmitir que lo que nosotros estamos buscando que nuestra anhelada normalidad como lo menciona el texto.
ResponderEliminarSAMUEL CASTRO
Considero muy pertinente la reflexión que hace el profesor Jesús acerca de la situación que estamos viviendo. Desde que empezó la pandemia hemos soñado con volver a como estábamos antes, sin fijarnos en lo mal que estamos como sociedad, en la que solo importa vender a más no poder y complacer al público para evitar alarmas. Deberíamos tomarnos el tiempo para reflexionar y cambiar, y así poder evitar ser controlados por las masas, por los que se creen dueños del mundo.
ResponderEliminarSofía Estrada
me pareció muy interesante y reveladora el análisis que nos da a conocer el escritor Jesús Buelvas mediante esta lectura, demostrando a la sociedad irónicamente ignorante con euforia suicida que no interpreta el daño que produce su incompetencia frente a la situación, entregando su vida a la comunidad capitalista que nos necesita aparentemente para desarrollar una economía estable para el país, ciudad región...
ResponderEliminarIlana Diaz.
El texto realiza un análisis muy complejo en torno a lo que hemos normalizado en las últimas décadas, llegando incluso a acusarnos de ser esclavos de las corporaciones y empresas más grandes. Personalmente, estoy de acuerdo con esta afirmación, pues esta esclavitud de la que hablamos no es cosa nueva; generalmente cuándo se mencionan aspectos esclavistas, de racismo, discriminación e intolerancia, inmediatamente entendemos que se trata de periodos de tiempo más antiguos, más o menos la edad media... y así. Sin embargo hoy en día estos fenómenos están muy presentes (quizás más que en otros tiempos) la diferencia es que lo hemos sabido disimular, nos engañan con disparates como las clases sociales y las leyes del mercado. Somos esclavos de publicidades y fachadas que no nos dejan ver la luz. Y lo peor es que tal obediencia ciega es la que en este momento nos está empujando hacia el precipicio al que tal vez los dueños del mundo, a los que nada importamos, nos están mandando sin que opongamos la más mínima resistencia.
ResponderEliminarATT: Alahí Sofía Rodelo Zúñiga
Para mí, la lectura es muy importante e interesante para la sociedad, ya que habla de temas actualmente importantes como lo son la pandemia y la cuarentena, y cómo le damos importancia a problemas que no son relevantes como por ejemplo que se acabe la cuarentena o lo que vamos a hacer cuando se acabe y no a temas como el sostenimiento de la economía o la cantidad de personas que están saliendo ilegalmente o como finalizar la crisis que está produciendo esta pandemia.
ResponderEliminarJuan Acuña
Para mi el análisis echo por el el escritor Jesús Buelvas es muy realista y pertinente, ya que la sociedad de hoy, esta siendo irresponsable y descuidada poniendo en riesgo su vida y la de las demás personas que se encuentran a su alrededor, por no querer seguir las condiciones brindadas por el gobierno ademas de no aislarse para evitar el contagio. Cosa que si seguimos haciendo ara que esa anhelada normalidad nunca llegara, sino después de que entendamos que estamos en una crisis sin reversa.
ResponderEliminarLUIS JOSE RINCÓN
Me llama la atención el texto, muchas personas están centradas en volver a la "normalidad", todos queremos hacerlo, pero vida solo hay una y debemos preservarla, saber que el COVID-19 no es una mentira, un simple cuento inventado por los medios de comunicación para ponernos en alerta. Hay centenares de muertes al dia, el sistema de salud colapsado, cavando fosas comunes para enterar a las personas que han sido victimas fatales a causa del COVID-19,esto no es un juego el coronavirus es real, no me parece que muchas personas que creen que esto es un engaño estén poniendo en peligro la vida de otras.
ResponderEliminar~Ariana Cequeira~
me pareció muy interesante y reveladora el análisis que nos da a conocer el escritor Jesús Buelvas mediante esta lectura ya que nos habla sobre algunos temas y aspectos los cuales soy muy importantes en la actualidad como lo es la pandemia ya que desde que empezó solo hemos pensado en querer salir de esta en vez de tomarnos el tiempo para reflexionar y cambiar, y así poder evitar ser controlados por las masas, por los que se creen dueños del mundo.
ResponderEliminar-Maria Gamez-
El texto Nuestra Anhelada Normalidad, me parecio muy interesante, muy critico a la vez, me parece que el punto de vista del autor es realista y no exagerado y va muy directo a la situacion actual. El tema escogido es interesante, moderno e informativo, un tema de interes general debido a la crisis actual, la forma en que narra y describe el pensamiento humano respecto a la pandemia. En si, es un buen texto.
ResponderEliminar-Joel Gonzalez-
EliminarPienso que el texto nuestra anhelada normalidad, me pareció muy buena la situación actual por la que esta pasando el país por la pandemia y las consecuencias sobre las irresponsabilidades que están teniendo los ciudadanos de colombia
EliminarEste texto me pareció muy preciso de lo que está ocurriendo en la actualidad, tiene varios aspectos críticos muy importantes, toca temas como cómo la importancias que le damos a problemas irrelevantes, y de como se centran en solamente en reabrir en medio del caos los negocios por necesidad de pobreza, para concluir, requerimos entender que nos corresponde fortalecer el ser por encima del tener.
ResponderEliminar"Camilo Cuadro"
EliminarEste texto del profe Jesús Buelvas me pareció muy realista y muy claro, ya que en este nos dicen lo que esta sucediendo actualmente con el tema del covid-19 y en este nos cuentan el verdadero pensamiento de la humanidad acerca de este proceso de pandemia, algo que me pareció muy interesante y muy cierto fue que las personas con pocos recursos o esas personas que sostiene su hogar y presentas muchas necesidades tienen que salir a trabajar para mantener a su familia sin importarles tan solo un poco a sus jefes y pues me parece algo muy malo y muy desagradable , ya que todos nos tenemos que cuidar y quedarnos en casa para no contagiarnos del virus.
ResponderEliminarATT: Maria paula Guzmán .
Lo que plantea el profesor Jesús en este texto me parece muy realista ante la situación que estamos viviendo actualmente. Al principio de la pandemia cumplíamos con la normas y pensábamos que esto no iba a ser tan grabe y empezamos a tomar medidas pero no nos dimos cuenta que ya era muy tarde, y al pasar el tiempo nos cansamos de la situación y comenzamos a incumplir las normas para volver a la normalidad, llenándonos de paranoia, lo que empeora la situación.
ResponderEliminarIsabela Castaño.
Este texto a mi parecer es bastante realista ya que es una triste situacion qu eestamos viviendo actualmente, todos al principio estabamos asutados de lo que podia pasar y cumpliamos con todas las normas dispuestas por el gobierno, pero ya hoar no nos interesa lo que pueda pasar. Pero no nos damos cuenta qu esa "normalidad" que tanto buscamos esta en nuestras manos y si no ponemos de nustra parte vamos a seguir asi hasta el fin de la humanidad y esa nos las buscaremos nosotros, mismo nadie nos la ocacionará.
ResponderEliminareste texto me dio la oportunidad de ver la situación que estamos viviendo de una forma mas realita, ya que describe perfectamente nuestros comportamiento a lo largo de la contingencia la irresponsabilidad de salir sin protección y las teorías conspirativas que han salido ya que estamos viviendo una situación fuera de lo normal, esto hace que imaginemos situaciones fuera de lo común y tomemos un comportamiento extraño o rebelde por la nueva forma de vivir gracias al virus.
ResponderEliminarATT: Carlos Fernando Quiroga Martinez.
EliminarAl leer este texto pude tomar mas conciencia ante la crisis que estamos pasanda, y me di cuenta que la mayoria de personas estamos siendo muy inrresponsable ante la situacion que estamos viviendo, y aveces salimos solo por el simple hecho de que nos aburrimos de estar en casa y no pensamos en aquellas personas que tienen que salir para ir a trabajar para los empresarios mientras que ellos estan en sus casa a salvo o aquellas personas que estan en un hospital sin poder ver a su familia.
ResponderEliminarLuis Angel Arrieta.